Desde tan lejos... nunca pensé que razonaba como el resto de la gente. Desde tan lejos, nunca imaginé que pudiera acercarme tanto al presente.

jueves, octubre 19, 2006

Agentes de inmovilidad

Hoy, un señor uniformado no me dejaba pasar a la calle donde vivo.

- Pero señor uniformado, déjeme usted pasar.

Mi tono de voz era implorante, atento, distendido, amable. Correcto.

- No!

Respondía el señor uniformado (agente de inmovilidad ciudadana), con su entusiasta juventud. Su misión era evitar el atasco. Las instrucciones de su jefe eran claras y precisas:

- ¡Rodríguez! ¡Por esta calle no pasa ni Dios!, Hasta que no se vacíe un poco, que tanto coche está colapsando la M-30

Creo haber tenido la mala suerte de que para Rodríguez era su primer día de trabajo, y más aún, su primer trabajo…

- Señor, debe usted desviarse, por aquí no se puede pasar hasta que no se ordene el atasco.

Rodríguez es un chico decidido, obediente.

- Vamos a ver, señor agente. Desde aquí veo que sólo está atascada la mitad de la calle, justo a la altura donde tengo el garaje, así que podría usted dejarme pasar y así poder entrar en mi casa. ¿lo entiende?

Rodríguez es un chico listo, y obediente. Rodríguez es más bien testarudo, y está un poco confundido por los pitidos del tráfico madrileño.

- Señor, no puede usted pasar, debe darse la vuelta.

Bien, parece que el chico tiene dificultades de escucha. Parece un síntoma evidente y claro de nueva educación de la ESO.

- Vamos a ver, señor agente. Si yo me doy la vuelta. ¿Dónde voy? Si mi casa esta allí (y un dedo acusador sale de mi mano señalando mi portal a pocos metros). Por favor, déjeme usted pasar a entrar en mi casa.

Rodríguez, no reacciona durante un instante y justo después saca una libreta para apuntar la matrícula de mi coche.

A todo esto detrás de mí hay una decena de educados conductores que halagan nuestra discusión y la adornan con bocinas y cánticos a familiares nuestros.

Resoplo un poco, y cojo fuerzas mientras veo como coge el bolígrafo para apuntar y escribe de manera nerviosa.

- A ver, señor agente. ¿podría usted ser tan amable de dejarme pasar cuando termine de apuntar con su libreta? Si no me deja pasar, no podré acceder al buzón que recogerá la multa que usted me va a remitir. Es más no podré entrar en mi casa, a cenar, ver Operación Triunfo y acostarme, para estar descansado y mañana levantarme para ir a trabajar para poder pagar los impuestos que financian los colegios donde se educa a las nuevas generaciones, como tú. Es decir, que no puedo entrar en mi casa, coño.

Rodríguez sopesa lo elevado de mi discurso, y me mira hacia los ojos, pero enfocando el infinito. Parece que hay una luz dentro de la cabeza de Rodríguez. Sí, no me equivocaba, Rodríguez es un chico listo, en el fondo.

- Lo siento, señor, podría haber dicho antes que vivía usted en esta calle. Pase, pase.

En ese momento, podría haber dado positivo en el control de alcoholemia, y juro que no bebí una gota. Pero fuego en la garganta, prometo que tenía un poco. Apreté el acelerador intentando no verter la rabia que me empujaba a hacer tragar su libreta al señor Rodríguez.

Por fin estaba en casa.

1 comentario:

jAVieR dijo...

hE sido el 4500, jeje, ya me pagarás una cerveza.
Veo que tú y la autoridad no os llevais bien, o al menos no hablais el mismo idioma. Si hubiera sido yo, te hubiera puesto una señora multa.