Los corazones de las personas esconden siempre las mejores sorpresas. ¡Dediquémonos a buscar lo mejor de cada uno!

Las obras de arte

En los tiempos actuales tenemos la suerte o la desgracia de contar con numerosas obras de arte que son muy acesibles para la gente de a pie. Ir a un museo está (generalmente) al alcance de cualquier persona, y poder sentir de cerca obras maestras de la escultura, pintura, arquitectura, cine, múscia, etc... Muchas veces cuando nos paramos delante de una de estas obras, carecen de sentido para nosotros. No nos estremecen ni nos conmuenven en demasía. Son obras de arte por que muchos lo dicen, no porque nostros las sintamos. Quizás siempre esperamos más de lo que realmente nos encontramos, o quizás simplemente se trate de la dificultad de excitar el mundo interior que tiene cada persona. Pero lo mejor de los museos es la variedad, son los rincones de las obras olvidadas, donde de vez en cuando aparece aquella escultura, aquel cuadro, que nos remueve los cimientos. Son aquellas obras solitarias que no alcanzaron la fama, ni tuvieron la suerte de agradar a unos cuantos, pero que tienen en vilo los sentimientos de quienes se las encuentran...

Lo que siempre admiré fue su manera de escribir. Cogía el lápiz de manera perfecta y plástica, como si estuviera acoplado en su mano. Al trazar las líneas de un dibujo o al escribir, el abundante vello que tenía en los dedos rozaba el papel o la mesa, haciendo un ruido increíble. Parecía que el dibujo salía de ese ruido y no de sus manos. La tonalidad de ese ruido definía el grosor de la línea, su trazado y su color. Era como algo mágico. A veces cerraba los ojos y escuchaba el sonido que hacía su mano al pintar algo y sentía como bajo sus manos salía el dibujo perfecto, la solución a la duda que le había planteado, la representación de su pensamiento. Había días en que intentaba imitar su trazado y sus dibujos, pero no podía. Mi mano era torpe y no lograba nada ni tan siquiera parecido.

 

Piano man

Atención a la noiticia de estos días sobre el misterioso hombre del piano. Se trata de una persona que fue hallado hace más de un mes en una carretera de la costa inglesa, y del que sólo se sabe que es un virtuoso de este instrumento http://www.elmundo.es/elmundo/2005/05/17/sociedad/1116322729.html

¿Cómo es posible que todavía nadie le haya reconocido?
A ver, alguien tuvo que enseñar a tocar el piano a ese muchacho, ¿no? Es más, alguien tuvo que concebirlo, ¿no? Pues no me lo explico. Para mí que es algún truco publicitario de un pianista que luego quiere hartarse a vender discos...

El artista

La suerte del artista le dejó sin apenas unos euros, para tomarse un bocadillo cerca de Atocha. Cinco horas seguidas quieto, inmóvil, con la cara y el cuerpo pintado. Rápidamente se cambió de ropa en el pasaje, mientras unos jóvenes le miraban curiosos. Otra noche que comería un bocadillo de calamares, y otra noche que el camarero le preguntaba que cómo había ido hoy. Su frase preferida era que la suerte del artista es expresar lo que realmente uno siente, sin ataduras, sin clichés y sin complejos, sin dinero de por medio. Él era feliz a su manera, y se sentía el más afortunado de los artistas del país, porque cada mañana, elegía su repertorio, su múscia, su vestido, su guitarra, su pose o su poesía. "Yo de pequeño quería ser artista" le respondía siempre el camarero, "pero de esos que ganan un millón por película, y ya ves donde me he quedado" Y le dejaba sobre la mesa el bocadillo de calamares...

Después de ver la película "Entre copas", me quedó un regusto amargo. No sabía si me había gustado o no. Despúes, al poco rato me puse a pensar, porque tenía un "nosequé" en la cabeza después de haberla visto. Al final me dí cuenta de que la película era más honda de lo que parecía. Trata con maestría alguno de los traumas más profundos del ser humano, a través de la supuesta mistad de dos personas. Me hizo pensar en lo breve de lo que nos rodea, lo difícil que es vivir con los demás, y consigo mismo.  

Paleta de grises (cap. II)

Conforme se apeó de aquel tren de olor mustio, sintió que el aire fresco de la nueva y renaciente Barcelona, le golpeaba la cara. Pedro, caminó paso firme hacia la salida, mientras varios mendigos le miraban con los ojos del hambre y la tristeza. Su hermano le había dejado escrito en un papel dos direcciones. Una era la de un hostal de mala muerte en la calle Carrel des Tallers, y otra la de la fábrica de ladrillos de un primo lejano; lejano y poderoso. Lo más fiable en estos casos es preguntar a la taquillera de la estación. Con la destreza que dan los años, las arrugas y las desilusiones, la taquillera le invitó a coger la línea 15, que le dejaba en la plaza de castella, justo a unos pocos metros de lo que iba a ser su alojamiento durante los primeros meses. Esperó el autobús apurando un pitillo, hasta que con aire decidido, se montó y comenzó su camino hacia el hostal.

flojuchos, flojuchos

"Los jóvenes de hoy en día sois unos flojuchos". Así de natural, y de simple. Esta mañana, mi compañero de trabajo (más curtido en años que yo) me lo ha soltado. Sin aviso previo ni nada, sin rencores. Joder, a mí me duele. Según él, en su época los jóvenes tiraban con todo, se atrevían a todo, se quejaban cuando había que quejarse, se rebelaban, incluso luchaban y trabajaban. Y digo yo. Yo también lucho y trabajo, me levanto a las siete de la mañana todos los días no para ir de fiesta precisamente. Quizás tengo suerte porque muchas cosas me las han dado hechas y luchadas, pero tampoco es para llamarme flojucho. Los jóvenes de hoy en día, también luchamos por lo nuestro, y tal vez tengamos ganado mucho gracias a los que antes de nosotros se partieron las espaldas para conseguir un poco de bienestar. De todas formas no está de más agradecer el bienestar de los tiempos actuales, a los que se lo trabajaron. Pero eso de flojucho, lo será él, que yo tengo bemoles para esto y para más