Desde tan lejos... nunca pensé que razonaba como el resto de la gente. Desde tan lejos, nunca imaginé que pudiera acercarme tanto al presente.

martes, octubre 31, 2006

Sobre la soledad y el resto de las personas.

Se sentía inútil, vacío. La presión le vencía un día tras otro. Su autoestima sufría la peor de las heridas. Era pasto de sus traumas, sus prejuicios, y sus errores.

Necesitaba el cariño que de algún modo, sentía que se le negaba día a día. Y se imaginó de mil maneras su muerte, y su padecimiento. Soñó ser recibido con honores entre todos, que maldecían la suerte de no haber contado con su presencia, y sus virtudes, en vida.

Y su error se transformó en esperanza. La esperanza que nace de sufrir, padecer, o resignar a la pérdida de un ser querido. Aquellos que han sido, han calado, han vivido dentro nuestro. Los que nos dejan sin motivo, sin avisarnos. De pronto, nos sentimos esclavos de sus sentimientos. Sujetos a sus vidas, sin reconocerlo. Y de pronto, un día cualquiera, la persona que nos sujeta, la persona que nos apoya, que nos conduce, que nos ama. Nos deja. Y reaccionamos impávidos, inútiles, observando cómo algo nuestro, que está dentro de nosotros, nos deja. Y la lucecita se nos enciende. Y la pirámide de obsesiones, se nos recoloca.

Y la soledad, que no es buena compañera, nos empuja a impulsar el olvido. Olvido en forma de gurús, drogas, falsas compañías, vaivenes. Los más débiles, son pasto de las adicciones más pueriles. Los menos, se consuelan con el recuerdo, y los que realmente consiguen superarlo, viven el ejemplo que les dejaron a flor de piel.

Muy pocas personas han sabido vivir el ejemplo que les legaron, tras marcharse sin aviso. Yo conozco una familia entera.

Si alguien se pregunta quién, cómo y cuando…
Que busque en su interior...

sábado, octubre 28, 2006

Lo siento pero últimamente…

Cuando voy al trabajo pongo la música del coche lo más alta que puedo.

Descuido el orden de mi vida, priorizando mínimas importancias a lo verdaderamente importante.

Duermo menos de lo debido.

Me preocupan los achaques físicos.

Soy más vulnerable a mis sentimientos. Necesito querer más a todas las personas que quiero.

Pierdo el sentido del tiempo.

Callo menos mis pensamientos.

Tengo ganas de montar en globo.

Sueño con pintar paredes de colores.

domingo, octubre 22, 2006

IMPERFECCIÓN

Dedicado a los que ahora mismo se están preguntando por qué están junto a la persona que quieren.


Un faro. El haz de luz da vueltas, volviéndose intermitente para quien lo observa desde lejos. Se enciende y se apaga a cada segundo. Pienso que nadie es perfecto. Cada uno intentamos buscar un faro que nos guíe. Nos pasamos buena parte de nuestras vidas buscando la luz de un faro. Podemos dejar de pensar y dejarnos llevar. Podemos cambiar de faro, o de objetivo. Podemos remar e ir más rápido a nuestro destino. Podemos equivocarnos y perdernos. Incluso podemos pensar en fabricar un motor que nos lleve más velozmente al lugar que deseamos.




- Te quiero.

El susurro sonó inaudible. Los pensamientos de los que uno se avergüenza, son difíciles de transformar vibraciones de cuerdas vocales. Acostados, seguía escuchando su respiración, acompasada. El ritmo de sus pechos, marcaba el tiempo que trascurría. Podía oler su pelo. Se sabía de memoria los lunares que se alojaban en la piel, que ahora rozaba, al ritmo de su vida.

- Te quiero

Esta vez, las dos palabras fueron un poco más sonoras. La respuesta se transformó en un remolonear de los brazos, agarrando con fuerza el brazo que apoyaba, sobre el que en ese instante, era su mundo.

No podía pensar en otra cosa. Maldecía el sentirse tan esclavo de su sentimiento. Estaba cansado de sentirse gobernado por sus pensamientos. Sabía que el amor se alejaba de la posesión y el paternalismo, pero ambos defectos eran cultivo de su forma de pensar. Es irracional, es incomprensible. Pensó profundamente, en lo mucho que era capaz de dejar de lado con tal de permanecer a su lado. No tiene sentido. Si amar significaba renunciar, él sabía que aquél, no era el camino.

- ¿Éstas despierta?

Ésta palabras fueron respondidas por un gesto inexpresivo:

- Ahora sí, pero me gustaría descansar. Anda, duérmete.

Ves, había vuelto a fallar. Era un pesado, era un obsesivo. Nuevamente maldijo su necesidad de sentirse querido. Parecía no tener límite. Se imaginó adicto a su sentimiento. Sabía que pronunciarlo era renunciar, era desnudarse. Por eso le costaba definir su estado de ansiedad. Le costaba definir su pulsación de corazón permanente al permanecer junto a ella. Se veía en lo alto de una colina, empuñando un gran mástil con una bandera blanca. Frente a un ejército impasible. Se rendía, se vencía, se moría. Pero en lo alto de la colina estaba a su lado. Bastaba sólo eso.

Daba igual la jeringuilla, daba igual el lugar, da igual el momento, la compañía o la dosis. Su compañía era su necesidad, su roce, su tacto, su saliva, su respiración, son la dosis, y la sobredosis la única salida a su obsesión.

- ¿Me quieres?

Naturalmente, el miedo a la respuesta de la pregunta, hizo que la cuestión no pasara de pensamiento. El miedo al no, el miedo al depende era tan fuerte, que jamás sería capaz de formular esa pregunta.

Nuevamente imaginó el resto de su vida a su lado. Del mismo modo hizo lo mismo pero sin su compañía. Era inútil. Se sentía cojo, manco, ciego. Era incapaz de imaginarse otro destino que el del amanecer al día siguiente abrazado a su costado, oliendo su pelo. Y por eso, por esta razón, y por este pensamiento, la sensación de esclavitud se hizo tan grande que cogió fuerzas de flaqueza para pensar en su autonomía, tan ficticia, como indeseada.

- ¿Eres feliz a mi lado?
- ¿Soy feliz a su lado?


Y los pensamientos se hacían cada vez más inaudibles. Sí, soy feliz a tu lado. Se imaginó el tono de su voz, se imaginó el suyo mismo, pero no sonaban veraces. Sólo necesitaba su espacio. Y la posesión es enemiga del espacio propio, y el paternalismo se lleva a matar con el pensamiento propio.

Debo ser yo mismo, debo ser fiel a mí mismo. Necesito tener mi tiempo. Necesito mis drogas en forma de palabras. Necesito mi familia, necesito mis amigos. Te necesito. Necesito emborracharme. Necesito sentirme vivo. Necesito llorar una vez a la semana, como poco. Necesito escribir, dos veces a la semana como mínimo. Necesito sonreír a cada chiste tonto. Necesito emocionarme al paso de cualquier ambulancia. Necesito hacerme fan de cualquier causa que esté perdida. Necesito llorar en el cine. Necesito revolverme las tripas al ver cualquier injusticia. Necesito tener un libro en la mesilla. Necesito tener fotos de todos los momentos felices de mi vida. Necesito llorar a solas. Necesito escuchar cada música tocada con sentimiento. Necesito compartir mis pensamientos. Necesito saltar y gritar desaforadamente. Necesito abrazar a los que quiero. Necesito hablar de lo que pienso. Necesito llegar a mi casa extenuado por haber exprimido el día. Necesito mi tiempo. Necesito acordarme de cada minuto a tu lado. Necesito sentir la necesidad de seguir buscando. Necesito que mi vista se pierda en el infinito, después de cada desayuno…

Eran tantas necesidades, que se sintió con los talones apoyados en el borde de un precipicio, mirando hacia la distancia al suelo, lejano. Se sintió en el equilibrio del que depende de una ráfaga de viento. Se sintió dueño de su lado. Del lado del abismo. Y del lado del que tenía apoyado los talones.

- Necesito…

Y esta palabra se volvió vibración sonora perfectamente audible en la habitación. Ella se giró en la cama, se dio la vuelta, y acariciando su mejilla, dueña de su propio sueño, le besó. Ella, por fin respondió:

- Te quiero

Y dejó su mano apoyada sobre su costado. Su costado, que no paraba de subir y bajar al ritmo de su pensamiento. Entonces, sólo entonces, entornó los párpados para dejar que su mente recorriera cada uno de los momentos que le hacían felices, y se dispuso a soñar. Al ritmo de las respiraciones que inundaban el silencio. Al ritmo del faro que cada segundo se encendía y se apagaba, se encendía, y se apagaba…

jueves, octubre 19, 2006

Agentes de inmovilidad

Hoy, un señor uniformado no me dejaba pasar a la calle donde vivo.

- Pero señor uniformado, déjeme usted pasar.

Mi tono de voz era implorante, atento, distendido, amable. Correcto.

- No!

Respondía el señor uniformado (agente de inmovilidad ciudadana), con su entusiasta juventud. Su misión era evitar el atasco. Las instrucciones de su jefe eran claras y precisas:

- ¡Rodríguez! ¡Por esta calle no pasa ni Dios!, Hasta que no se vacíe un poco, que tanto coche está colapsando la M-30

Creo haber tenido la mala suerte de que para Rodríguez era su primer día de trabajo, y más aún, su primer trabajo…

- Señor, debe usted desviarse, por aquí no se puede pasar hasta que no se ordene el atasco.

Rodríguez es un chico decidido, obediente.

- Vamos a ver, señor agente. Desde aquí veo que sólo está atascada la mitad de la calle, justo a la altura donde tengo el garaje, así que podría usted dejarme pasar y así poder entrar en mi casa. ¿lo entiende?

Rodríguez es un chico listo, y obediente. Rodríguez es más bien testarudo, y está un poco confundido por los pitidos del tráfico madrileño.

- Señor, no puede usted pasar, debe darse la vuelta.

Bien, parece que el chico tiene dificultades de escucha. Parece un síntoma evidente y claro de nueva educación de la ESO.

- Vamos a ver, señor agente. Si yo me doy la vuelta. ¿Dónde voy? Si mi casa esta allí (y un dedo acusador sale de mi mano señalando mi portal a pocos metros). Por favor, déjeme usted pasar a entrar en mi casa.

Rodríguez, no reacciona durante un instante y justo después saca una libreta para apuntar la matrícula de mi coche.

A todo esto detrás de mí hay una decena de educados conductores que halagan nuestra discusión y la adornan con bocinas y cánticos a familiares nuestros.

Resoplo un poco, y cojo fuerzas mientras veo como coge el bolígrafo para apuntar y escribe de manera nerviosa.

- A ver, señor agente. ¿podría usted ser tan amable de dejarme pasar cuando termine de apuntar con su libreta? Si no me deja pasar, no podré acceder al buzón que recogerá la multa que usted me va a remitir. Es más no podré entrar en mi casa, a cenar, ver Operación Triunfo y acostarme, para estar descansado y mañana levantarme para ir a trabajar para poder pagar los impuestos que financian los colegios donde se educa a las nuevas generaciones, como tú. Es decir, que no puedo entrar en mi casa, coño.

Rodríguez sopesa lo elevado de mi discurso, y me mira hacia los ojos, pero enfocando el infinito. Parece que hay una luz dentro de la cabeza de Rodríguez. Sí, no me equivocaba, Rodríguez es un chico listo, en el fondo.

- Lo siento, señor, podría haber dicho antes que vivía usted en esta calle. Pase, pase.

En ese momento, podría haber dado positivo en el control de alcoholemia, y juro que no bebí una gota. Pero fuego en la garganta, prometo que tenía un poco. Apreté el acelerador intentando no verter la rabia que me empujaba a hacer tragar su libreta al señor Rodríguez.

Por fin estaba en casa.

lunes, octubre 16, 2006

Nuevo, Novo, New, Nouveau

Suerte, Sorte , luck, Chance

Era la hora de la verdad. Había imaginado como iba a transcurrir cada minuto del día que se avecinaba. Lo tenía todo preparado, controlado. Quería disfrutar a cada segundo de todos. Porque estaban todos. No faltaba nadie. Su familia, sus amigos, sus allegados, sus queridos, sus queridas, los amados y las amadas. Todos radiantes ante el acontecimiento de su vida. Su vida tuvo una constancia constante. Un trabajo decente en una empresa mediana. Una vida sin sobresaltos. Una pareja decente. Un noviazgo de libro, de rosa,de película de domingo, y muebles de ikea. Una vida de libro de Bucay, con su rebeldía consumida, con su carrera universitaria sacada de mal gusto, con su trabajo de ocho a tres, con su piso en la urbanización de turno. Una hipoteca, un coche de marca común, un radiocasette, el grupo de moda, la ropa de H & M, Zara, Mango. Veranos de playa, turismo de pulsera, letras de canciones de Alejandro Sanz. Unos padres conformistas con los tiempos de la transición. Todos, todos, estaban allí. Éste. Éste era el momento. Era su momento. Lo había esperado durante tanto tiempo…

Llevaba su mejor vestido.

Llevaba la mejor de sus sonrisas.

Y sin quererlo apostaba al más pobre de sus destinos,

Apostaba a un futuro gobernado por la peor de las suertes…


Destino, Destinacao, fate, Destin


El mechero se había quedado sin gas. Maldijo su suerte. No podía mover un solo músculo. Tenía los pies agarrotados y la cabeza parecía flotar en una nada indescriptible. El dolor de las articulaciones era tan agudo, que se podría haberse tragado la papelina sin siquiera masticarla. Pulsó la rueda del mechero una vez más. La cuchara era nueva, la jeringuilla, y la goma también. Hoy había decidido hacerlo bien. Por fin el mechero vomitó la llama. La cuchara, nueva, reluciente burbujeaba. Olía a naftalina agria. Olía a años de mentira. Años de discusiones, robos. Años de rebeldía incongruente, inexplicable. Abrigada en las orejeras de los padres, y alimentada en el bozal de sus palabras. La jeringuilla succionó con fuerza. La mano le temblaba. Le costó acertar el lugar adecuado. La aguja traspasó la carne con facilidad pasmosa. Pensó que si quisiera la aguja podía traspasar su codo. Si aquello calmara su dolor, sin duda, lo haría. Apretó el émbolo. Notó el que el líquido hinchaba sus venas. Cerró los ojos. Apoyó su espalda en la pared y miró hacia el cielo…

Llevaba su mejor vestido.

Llevaba la mejor de sus sonrisas.

Y sin quererlo apostaba al más pobre de sus destinos,

Apostaba a un futuro gobernado por la peor de las suertes…




Porque al final todo es una mezcla de destino y suerte.

miércoles, octubre 11, 2006

Placebo para las próximas horas

El avión comenzó a elevar su morro poco a poco. La aceleración empujó mi cabeza hacia atrás, y me giré para ver el paisaje. Al principio sólo veía el asfalto de la pista. A medida que el avión despeaba, distinguía los techos de las casas, las carreteras, los cultivos. Podía ver los coches, podía ver colegios, y edificios enormes. Y según iba subiendo, todo se iba uniendo, formando un conglomerado uniforme. Un rato después, la tierra se confundía con el mar. Debajo de mí, se encontraban mis prejuicios, mis límites, mis obsesiones, mis ataduras. Pero ahora volaba hacia algo nuevo, hacia nuevas sensaciones, experiencias, vivencias, oportunidades. Sin embargo no sentía que perdía todo lo bueno que dejaba atrás. Me lo llevaba conmigo.

martes, octubre 10, 2006

Mar de Olivos

La ventanilla pone en marcha un oleaje extraño, continuo. Es un oleaje verde, seco, ordenado en copos redondos. El oleaje se extiende en el horizonte. Mi nariz me delata cierta nostalgia, en lo genético y en lo olfativo. Detrás del vaivén del tren hay historias con rumbo de regreso.

Casi dos décadas después todo parece permanecer en su sitio. La década de los ochenta en ciento cincuenta metros cuadrados que no han notado el cambio profundo de España. Todo sigue en su sitio. Los retratos, los cuadros, los muebles. Todo sigue en su sitio menos los sentimientos de nostalgia de pasado. El pasado de los que se marcharon, dejando estelas de una época rígida, caricaturizada por su aparente orden del ordeno y mando.

Pero tras los que se marcharon, están los que se quedaron. Sin conocer el contacto de la raíz en su base, me dejo imbuir por cada una de sus inquietudes, sus vidas, sus quereres. Y sin quererlo, cada uno forma parte de mí. La distancia se ve superada por la sangre, a la vez que un infinito hilo une lo que la lejanía había separado. Están ahí, forman parte de mi vida.

Y delante de ellos está la persona que en su inevitable amor a todo su pasado, no deja de confundirse, creyendo que el respeto se gana con la figura de la rigidez. Esta persona, que en un desliz confundió el respeto con el miedo, fue la persona que me enseñó a crecer, me sentó a su lado a escuchar música, a leer. Esta persona que bajo el olor agrio de cada lienzo, cada pincel untado en óleo, me enseñó a apreciar el arte, me enseñó a cultivarme de cada página, de cada libro. Me mostró que la palabra y el diálogo son armas capaces de desmontar a cualquiera. Esta persona me enseñó a ser sensible a la belleza, a ser coherente, a ser comprensivo, a ser respetuoso, a ser sincero, a ser honesto, a enfrentarme a mis miedos a través de la cultura. Esto, y tantas otras cosas, son más que suficientes. Mucho más que suficientes, para infundir respeto. Y mientras me enseñaba, no había miedo, sino cariño. Mientras me enseñaba no había rigidez, había comprensión. Y todo esto infunde mucho más respeto que el miedo. Un respeto tan grande, como el de un hijo, a su padre.

miércoles, octubre 04, 2006

SÍNDROME DE ANÁLISIS-PARÁLISIS-CATARSIS POR EXCESO RUTINARIO DE TRABAJO

Síntoma I: Olvido de menesteres de importancia nula en el trabajo

Síntoma II: Olvido de menesteres de importancia máxima en lo personal.

Síntoma III: Caminar pensativo, sin saber en qué se piensa.

Síntoma IV: Ideas erráticas, peregrinas, sin sentido.

Síntoma V: Fallos tontos, y sonrisas vehementes como respuesta.

Síntoma VI: Disminución del tiempo de concentración en tareas instintivas (comer, conducir, leer…)

Síntoma VII: Lectura de datos selectiva, mal enfocada. Incapacidad de síntesis.

Síntoma VIII: Las respuestas afirmativas son las más cómodas y no hacen pensar.

Síntoma IX: Multitud de tareas abiertas, incapacidad de acabar por completo ninguna. Extenuación por falta de rendimiento del tiempo empleado.

Síntoma X: Enfado interno, pérdida de estima personal, pensamiento de equivalencia entre el jefe y el ogro. Pensamiento de equivalencia entre la empresa y la cárcel. Pensamiento de equivalencia entre las drogas y la salvación.

Síntoma XI: Tendencia a proyectar el enfado interno a ser querido. A mayor querer, mayor enfado.

Síntoma XII: Vulnerabilidad ante problemas sin relevancia. Estado inerte. Ausencia de recreación visual, intelectual, sexual, sentimental, auricular y emocional.

martes, octubre 03, 2006

El templo del rey del desierto...

Resuena el aire que respiro, por toda la ciudad. Me escucho dentro, indago en mi pensamiento, para no comprender nada. Los pasos marcan el ritmo de mi mente en blanco. La ciudad se hace conforme paseo por ella. Se descubre con formas familiares.

El ritmo lo marca mi impulso. Mi impulso nace de un motivo. Mis motivos se transforman en mis actos. Mis actos crean nuevos motivos. Los motivos marcan mi ritmo.

Asoma, a lo lejos. Un paisaje, un motivo. Y el ritmo se acelera. Tengo que llegar, tengo que verlo, tengo que tocarlo…

Y de nuevo, ante mí, se erige. Concentrada. Impuesta. Enorme. Flotante. Extenuante…

domingo, octubre 01, 2006

Mirar a los ojos

Mírense a los ojos, por favor. Mirémonos a frente a frente. Las miradas nunca engañan. La boca aprendió a engañar por culpa de la experiencia. Las manos aprendieron a autoengañarse por culpa de la imaginación. Los oídos son díscolos y tienden a escuchar aquello que más le conviene. El olfato no es fiable, porque es muy fácil ocultar esencias.

Pero los ojos, los ojos son incapaces de mentir. Porque cuando mienten, se avergüenzan de verse reflejados en otros ojos.



Para todo aquel que haya vivido los tiempos de la movida madrileña, y también para el que no… Una visita imprescindible es la exposición de fotos de Alberto García-Alix en la fundación del Canal de Isabel II.

Me quedo con las expresiones en los ojos de cada protagonista. Imposible no salir de la exposición, con el corazón un poco encogido.