Desde tan lejos... nunca pensé que razonaba como el resto de la gente. Desde tan lejos, nunca imaginé que pudiera acercarme tanto al presente.

lunes, enero 29, 2007

Los heurísticos

A ver que os parece esta…

“Esta hipótesis está de acuerdo con las observaciones experimentales que demuestran que, siempre aguas abajo del cuello de botella no haya obstáculos a la circulación, o sea otros cuellos de botella o situaciones de congestión, la salida del cuello de botella se produce a intensidades en torno a la capacidad”

Esta es mi preferida…

“En contraposición a los métodos desarrollados en secciones anteriores, y basados en la aproximación continua, los heurísticos no persiguen encontrar una expresión analítica para la longitud de las rutas ni tampoco explicar cómo debe ser la zonificación de la región. Por el contrario, los heurísticos permiten la solución de problemas concretos.”


Aggghhhhh, me dan ganas de empezar el examen diciendo:

“Los heurísticos fueron una tribu de la edad media con muy mala leche, tanta mala leche, que en cuanto veían un profesor de universidad, le metían…”

Y es que, quien me mandaría a mí meterme en estos embolados. Y encima estoy pagando por ello…

domingo, enero 28, 2007

And the Oscar goes to...

Aunque Babel sea capaz de hacer ver al espectador sus propias miserias. Aunque el laberinto del fauno nos haya trasladado a un mundo irreal para que nos sea más fácil ver la realidad. Y aunque la pequeña miss sunshine nos haya dado lecciones de ilusión en la vida… Para mí lo mejorcito de los oscars de este año es el corto de Javier Fesser “Binta y la gran idea”. Para enseñar en todas las escuelas del mundo.

jueves, enero 25, 2007

Argentina Norte 2/3

La panorámica de Salta desde el teleférico, situaba una enorme ciudad, perfectamente cuadriculada, rodeada por sus cuatro lados de montañas. Montañas de colores, rojizas, verdes, pálidas, como si el pintor todavía no hubiera acabado su cuadro.

La plaza central hervía vida. Los argentinos del norte no tienen mucho que ver con los “conchetos” bonaerenses. Las caras andinas predominan, al frío se nota por las noches, y los puestos de mercadillo, cientos y cientos llenan sus calles. Caminar por las calles se hace difícil por las aceras estrechas. Los “árboles” (cambistas callejeros) se ofrecen a cambiar dólares y euros en cada esquina de banco, a un precio considerablemente más barato que en el propio banco. Es domingo, los bancos están cerrados y nuestros cálculos nos hacen temer que no tengamos pesos suficientes para pagar la cama.

Valor, y al toro. Escogemos al cambista con la cara menos delictiva posible, y cambiamos nuestros euros europeos, tan coloridos, tan brillantes, tan nuevos, tan capitalistas, por un fajo de pesos, gastados, sucios, dibujados y descoloridos. Tengo la sensación de tener en las manos cierto peso agónico, me acuerdo del corralito, y me jode sentirme seguro por tener una determinada nacionalidad. Los cuento una y otra vez, casi sin creerme que no me haya engañado.

La catedral de salta es blanca y violeta. Me impone la majestuosidad vestida de color. Es sólida, brusca, contenida. Al otro lado de la plaza la globalización, y el turismo han transformado un viejo café, en una especie de “starbucks” a lo lugareño. La única diferencia, es que hay más camareros que clientes. El patrón lo tiene fácil. Si se quiere tener trabajo, hay que servir, y si quieres ganar dinero, vivirás sólo de las propinas de los clientes.

A la mañana siguiente, y con la única ayuda de los apuntes de un recorrido en una libreta, y un chevrolet corsa alquilado, nos dirigimos a realzar la ruta por los valles calchaquíes. Si en el avión no nos indicaron mal, nos esperaban el desierto, la montaña, unos cuantos miles de cactus y paisajes extraordinarios…

martes, enero 23, 2007

K.O.

Hay momentos en los que de repente te das cuenta que el tiempo no te ha dado los suficientes argumentos para reaccionar. Y hoy, me han tumbado en la lona del ring. K.O. en el primer asalto.

Se veía venir.

Pero no me lo esperaba con esta intensidad.

Me han regalado una canción. Y no puedo dejar de escucharla. A ella, y a la canción.

sábado, enero 20, 2007

Born to be wild

Tras notar algo así como un gran estallido de colores, y sentir contraer su cuerpo más de lo que podía, comenzó a relajarse. El tiempo volaba en su mente, y apenas parecía darse cuenta de lo que ocurría alrededor. Su tempo mental era más lento que el tiempo sesagesimal. Y todo, todo, parecía unirse en piezas de un puzzle raro, complicado. No entendía nada, era el centro de atención de las razones más obvias, era el punto de destino de lo que él generaba. Destilaba olor a naftalina, sudor y desinfección. Sus ojos no eran capaces de abarcar todas las sensaciones que recibía, y agitaba las manos compulsivamente, abriendo y cerrando los puños, moviendo los dedos, palpando. Sus pies se encaramaban buscando una mejor posición desde la que ver el nacimiento del aliento sosegado de la respiración que rodeaba su cabeza en un desesperado sentimiento de protección. Estaba recostado, apoyado sobre una mano casi tan grande como su cuerpo. Era una mano protectora. En el momento que otra mano comenzó a acariciarle el pelo, y los miedos a la explosión de sentidos que sentía comenzaron a remitir. Apenas podía mantener abiertos los ojos, y la luz que le llegaba era tanta, que prefería no mantenerlos abiertos. Pero no los cerraba sólo por la curiosidad de conocer aquel ser que sostenía su vida, y desprendía ese aliento, cálido, cómo si de una sensación de tranquilidad eterna se tratara. Arrugó las diminutas piernas un poco más y trató de mover su cuerpo entero, obviando el resto del mundo que le quedaba por conocer.

Quien quiera que fuera notó sus intenciones, y ayudó a su diminuto cuerpo a moverse, quedando esta vez cara, contra cara. De pronto, observó como quien había estado vertiendo los latidos y el aliento de la tranquilidad, tenía dos enormes ojos llorosos, empañados, y una especie de sonrisa indescriptible, mezcla de orgullo, pasión, y amor. Esto le tranquilizó aún más, y se permitió dormirse bajo la sensación de la protección que aquel cuerpo con su calor, le daba.

No sé quién será esta persona, pensó el recién nacido. Pero, de momento la pienso llamar “mamá” en mis pensamientos.

jueves, enero 18, 2007

Recuperado, y con ganas de volver.

A mis veintisiete años no puedo dormirme cada noche en la cama sin tener al menos la sensación de cansancio por aprovechamiento suficiente del tiempo de manera hedonista, práctica, material, o sentimental suficiente. Por esto es que miro a cada persona a los ojos cuando digo lo que siento. Por esto es que soy incapaz de mentir.

Levanté la cabeza para observar un grupo, todavía no lo suficientemente grande, de yonkis, esperando el susodicho taxi de la droga, junto a la glorieta de embajadores. El taxi de la droga por regla general es un ford escort o una kangoo vieja, matrícula de las antiguas, con una de las puertas de la carrocería de diferente color al resto del coche, y con un conductor apoyado en la puerta fumando, mirando calle abajo, calle arriba, sus potenciales clientes. El día no había sido lo suficientemente malo, como para aventurarse en una excursión así, así que mis pasos se encaminaron hacia la casa encendida, a apenas unos metros de allí.

Nunca comprendí, la forma, ni el propósito, ni el lugar de aquel edificio. Es más, tuve que visitarlo no menos de dos veces para saber cómo llegar a la azotea. Aquella azotea era un lugar tranquilo. El aire dejaba respirar los pasos que me habían traído hacia la madera que ahora sustentaba mis pies, unos metros más altos sobre el suelo de Madrid.

La vista del sur madrileño exhalaba un curioso panorama de tristeza. De la tristeza de aquel que mira cada azotea de cada edificio, como el que descubre en cada detalle difícil de observar, un guiño a la curiosidad bien concebida. El desorden ordenado de chimeneas, aparatos de aire acondicionado, azoteas nuevas peleadas con las viejas, patios interiores que buscan una salida desesperada hacia la luz… Y las personas que caminan, y que suenan, todas juntas como con un sonido leve, desordenado pero continuo. Algo se mueve, algo les mueve. Algo funciona en todo lo que les lleva, a un ritmo acompasado. Algo hace que cada uno llegue a su destino, para inmediatamente ser sustituido por otra persona, con otro destino, y otro ruido diferente.

Y desde allí arriba me imaginé saliendo del edificio, e imbuyéndome en la marabunta. Con mi ruido, con mi destino. Y me sentí tan pequeño, tan insignificante, tan sustituible, que decidí que por lo menos, mi ruido y mi destino, iban a ser lo suficientemente grandes como para que si alguien que me conozca bien, se asomara a la azotea y me viera, me reconozca entre un millón de personas.

viernes, enero 12, 2007

Fever

Últimamente me da por cocinar de manera compulsiva. No se si es la fiebre, o es que se trata de una nueva enfermedad del siglo XXI.

martes, enero 09, 2007

Gol

Recorta, dribla, uno, dos, tres, hasta cuatro rivales ven pasar su sombra como una exhalación. Respira, pulsa, piensa, medita, analiza y ejecuta. Gol. Gol. Alzó sus puños en alto, y saltó todo lo que pudo. Su primer pensamiento fue para los que más quería. Era gol.

Desperté sudando, cansado. Eran las siete de la mañana. Primero una ducha rápida, mientras el café procedente de la cafetera que se llena todos los lunes, y queda exigua los viernes, se calentaba. Café en toalla, rápido improviso unos vaqueros, manga larga, cuello fuera. Escucho a la vecina salir, las siete y media pensé. Cogí el macuto, la ristra de llaves, y el muchacho del pelo mojado se dirigió al garaje. Arrastré con mi pantalón la capa de polvo que encubre el color del coche. Saludo errático al guarda del garaje. Semáforo en rojo. Cuenta, uno, dos, tres,… quince. Semáforo verde. Autopista hacia delante. La calefacción al máximo sobre el pelo. Primeras llamadas. Todo bien, todo el mundo en su sitio, todo funciona, acuérdate de que hoy tal, no te olvides de que hoy llegaba el pedido… Radio de fondo. Ojos entreabiertos. Llego a mi destino. Me calzo mi chaqueta, heridas de guerra, ya son más de cuatro años. Empezamos. Adelante. Hoy me he levantado con ganas de poner en solfa algún gandul. Levantemos el país. O al menos, un trocito. Donde trabajo, en la trinchera, en la pomada, hay un cien por cien de bajas. Pero yo, de momento, me niego a caer tan joven.

jueves, enero 04, 2007

AbeA

Podrían pasar minutos, horas. En el CD del coche sonaba la misma canción, repetida una y otra vez, durante las dos horas que duró el viaje. Podrían cruzarse millones de avispas en el camino, me sabía de memoria la carretera. Pero no, algo en mi interior no dejaba de hacerme sentirme extraño, incómodo. Nos mentimos cuando nos obligamos a creernos dueños de nuestros propios sentimientos. Había tratado de imaginarme en el mismo lugar, en el mismo sitio, justo un mes después. Sólo. La literalidad de la palabra sólo alcanzaba su significado más crudo, más doloroso.

En mi cabeza se mezclaban la alegría de verla envuelta en su ilusión, con la melancolía de dejar atrás lo que sin notarlo, había sido una parte más de mi vida diaria. En diez horas al día, da tiempo a conocer tanto de una persona… Podría reconocer la ilusión, podría reconocer su sonrisa, podría reconocer su comprensión, esfuerzo, podría defender una capacidad interminable de dedicación y optimismo. Y todo esto, verlo transformado en realidad, me hace sentirme tan feliz…

Por eso, hay distancias que son más largas que la que marcan los mapas, y hay personas que calan hondo, tan hondo, que te hacen sentir dolor, cuando algo les duele. Y te hacen sentir alegría, cuando son felices.

No te hace falta suerte, te bastas para no necesitarla. Gracias por acompañarme, gracias por ayudarme, gracias por todo.

miércoles, enero 03, 2007

Regalo de Reyes anticipado

Hoy toca emocionarse.

abrazos para todos

Y sí, ya sé que soy transparente...

Pero que le voy a hacer.

lunes, enero 01, 2007

Ciclos 2006

Se cumple el año en ciclos de ida y vuelta. Me siento cada vez más artista de proyectos de comienzo, y fin. De duración determinada. Proyectos personales, proyectos profesionales… en un año, en el que apenas puedo decir que haya tenido el más mínimo respiro. Me siento un poco cansado. En el último año, no he sentido más que el acabar de muchos proyectos, empezando por igual otros, y dejando personas detrás. Quizás es eso lo que más me pesa. Las personas que van quedando, poso a poso, dentro de mí. Y en especial, todo lo que significa el vivir en estaciones de paso. Trenes con destinos de ida, sentimientos con billetes de vuelta. Tengo el mal del viajero, un jet-lag que me dura semanas enteras, y una sensación de ganas de llorar por cualquier sensibilidad que me conmueva lo más mínimo.

Feliz Año. Besos a todos.