Tras notar algo así como un gran estallido de colores, y sentir contraer su cuerpo más de lo que podía, comenzó a relajarse. El tiempo volaba en su mente, y apenas parecía darse cuenta de lo que ocurría alrededor. Su tempo mental era más lento que el tiempo sesagesimal. Y todo, todo, parecía unirse en piezas de un puzzle raro, complicado. No entendía nada, era el centro de atención de las razones más obvias, era el punto de destino de lo que él generaba. Destilaba olor a naftalina, sudor y desinfección. Sus ojos no eran capaces de abarcar todas las sensaciones que recibía, y agitaba las manos compulsivamente, abriendo y cerrando los puños, moviendo los dedos, palpando. Sus pies se encaramaban buscando una mejor posición desde la que ver el nacimiento del aliento sosegado de la respiración que rodeaba su cabeza en un desesperado sentimiento de protección. Estaba recostado, apoyado sobre una mano casi tan grande como su cuerpo. Era una mano protectora. En el momento que otra mano comenzó a acariciarle el pelo, y los miedos a la explosión de sentidos que sentía comenzaron a remitir. Apenas podía mantener abiertos los ojos, y la luz que le llegaba era tanta, que prefería no mantenerlos abiertos. Pero no los cerraba sólo por la curiosidad de conocer aquel ser que sostenía su vida, y desprendía ese aliento, cálido, cómo si de una sensación de tranquilidad eterna se tratara. Arrugó las diminutas piernas un poco más y trató de mover su cuerpo entero, obviando el resto del mundo que le quedaba por conocer.
Quien quiera que fuera notó sus intenciones, y ayudó a su diminuto cuerpo a moverse, quedando esta vez cara, contra cara. De pronto, observó como quien había estado vertiendo los latidos y el aliento de la tranquilidad, tenía dos enormes ojos llorosos, empañados, y una especie de sonrisa indescriptible, mezcla de orgullo, pasión, y amor. Esto le tranquilizó aún más, y se permitió dormirse bajo la sensación de la protección que aquel cuerpo con su calor, le daba.
No sé quién será esta persona, pensó el recién nacido. Pero, de momento la pienso llamar “mamá” en mis pensamientos.
Desde tan lejos... nunca pensé que razonaba como el resto de la gente. Desde tan lejos, nunca imaginé que pudiera acercarme tanto al presente.
sábado, enero 20, 2007
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