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De pronto, el piloto notó una gran explosión, seguida de una gran humareda. Sostuvo fuertemente los mandos de la avioneta, Spitfire de 1936. Los segundos que pasaron hasta que su campo de visión se liberó del humo, fueron eternos. Cuando por fin pudo ver con claridad el horizonte, miró a izquierda y a derecha, para valorar los daños. Tenía miedo, mucho miedo. Se temía lo peor. El ala derecha exhalaba humo como si de una chimenea se tratase. Un pequeño traqueteo comenzó a mover su asiento, y notó como el mando de su avión se endurecía y se inclinaba con fuerza a la derecha. Pasados unos segundos interminables, el traqueteo se volvió más agresivo, y un ruido seco coronó y puso nombre a su temido pensamiento.
- ya está
El piloto agarró la hebilla de su cinturón, como si necesitara comprobar que al menos algo, funcionaba correctamente. El mando del avioneta vibraba y apenas respondía a los movimientos del piloto. El altímetro marcaba una cifra lo suficientemente alta, como para pensar en una caída libre y desestimar el aterrizaje de emergencia.
- mierda
Tan sencillo como eso. Tan fácil como una tuerca que se sale, un material en mal estado, un descuido, un pájaro… Cualquier cosa.
La avioneta viraba cada vez más hacia un ángulo que se antojaba peligroso, y veloz. Rápidamente, se deshizo del cinturón que le unía al asiento. Levanto la seguridad del vidrio de la cabina y con un gesto rápido abrió la tapa que encerraba el botón grabado con las letras “PUSH OUT”. El puño, envuelto en guante, apretó con fuerza el botón.
Y en un instante sintió como el viento abofeteaba como una marioneta su cuerpo. Estaba a merced de la caída libre, del viento, de su paracaídas. Apenas le dio tiempo a ver como la avioneta caía en picado, sangrando humo.
Apenas unos instantes después accionó su paracaídas y la lentitud volvió a su consciencia.
El miedo por fin le dejó apreciar el paisaje bajo sus pies. La tierra iba poco a poco definiéndose a sus ojos. Se sentía un héroe. Su misión había sufrido un sabotaje, pero por lo menos, estaba vivo, y podría contarlo. De repente, el piloto notó como alguien a su espalda le hablaba:
- Cuando estemos llegando a tierra, procure mantener las piernas flexionadas, y deje que yo recoja las cuerdas del paracaídas.
- De acuerdo, espetó el piloto despertando de su sueño, y volviendo a la consciencia del siglo XXI con el instructor a su espalda.
- Creo que mañana, ya podrá tirarse usted sólo, contestó el instructor. ¿Cree que está preparado?
Y el alumno no contestó a sus palabras. El instructor se temía que no le estaba escuchando, pues tenía la misma cara de mirada infinita que al comienzo del salto…
Desde tan lejos... nunca pensé que razonaba como el resto de la gente. Desde tan lejos, nunca imaginé que pudiera acercarme tanto al presente.
domingo, febrero 25, 2007
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1 comentario:
Raro, muy raro.
Imaginación o vivencia personal?
En todo caso, raro, pero magnífico y excepcional.
Saludos.
Abel.
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