Hoy he pasado la hoja del calendario. Ese calendario me lo compré en Roma, justo al lado de la Fontana di Trevi. Es un calendario que cumple todos los requisitos para venderse en un puesto “anzuelo” de turista. Y yo, cuando se trata de un lugar con historia de cine, me siento un turista de los auténticos. Podría de pronto, ponerme una gorra, unos pantalones cortos, una camiseta, y dejar colgar de mi cuello una cámara reflex, y de mi mano un plano gastado. Una vez visitado (y venerado) el cinéfilo lugar, vuelvo a luchar por sentirme lo menos turista posible, y me disfrazo con ropas lugareñas, adopto los acentos más extraños y miro al frente como si no tuviera nada nuevo por descubrir. Pero claro. Era la Fontana di Trevi. Y no pude evitar ponerme en el pellejo del turista ensimismado con el cine de Giuseppe de Santis, Vitorio de Sica, o Fellini, que llega a aquella fuente y de pronto comienza a sufrir una extraña sensación.
La primera impresión es de sorpresa. Ningún plano de cine ha sido lo suficientemente atrevido como para mostrar el angosto sitio donde se sitúa esta fuente. Y la segunda impresión es de admiración. Si recorres la Via di San Vicenzo para llegar a la fuente, una extraña mezcla de sonido te comienza a roer el alma. Este sonido se compone de dos partes. Una es la multitud de turistas que se agolpan a su alrededor. Otra es el sonido del agua al caer. La estrechez de esta calle de repente se transforma en un lienzo que expone de forma brutal: La fuente, los turistas, y el agua. Y de pronto comprendes un poco más a Fellini, y a Anita Ekberg.
El mes de febrero en mi calendario está coronado por el cartel de la película Ieri, oggi, domani (Ayer, hoy, mañana) de la insigne Sophia Loren. Y al verlo me he acordado del viaje. Después he apuntado las citas relevantes del mes (cumpleaños, citas, fines de semana…) Y justo después me he recordado del momento en el que me subí en una Vespa aparcada en el centro de Roma. Esperando que ella me hiciera una foto, y saliera lo más parecida posible a Gregoy Peck, en Vacaciones en Roma. Y por un momento me imaginé que la moto arrancaba, y nos dedicábamos a pasear por toda Roma. Al bajarme de la moto, volví a mi realidad de turista ilusionado, de a pie, de trabajo de sol a sol y de postal dedicada. Pero ni la mismísima Audrey Hepburn, me haría olvidar todos los momentos que pasé junto a ella en Italia. Ni ayer, no hoy, ni mañana.
Desde tan lejos... nunca pensé que razonaba como el resto de la gente. Desde tan lejos, nunca imaginé que pudiera acercarme tanto al presente.
lunes, febrero 05, 2007
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2 comentarios:
Rrrrrrrrrrrromanticón!!!
Sí, me ha quedado un tanto pastel el post.
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