Omar Sharif, vive en mi barrio. Sí, estoy seguro de que es él. Cuando no llueve, duerme en uno de los bancos que hay en la plaza. Siempre está recostado, mirando a todo el mundo. Él y su inseparable lata de cerveza de medio litro. Sí, él es Omar Sharif. Con su pelo blanco, y su bigote. Cuando una moza de buen ver pasa a su lado, no duda en piropearla en varios idiomas. Yo estoy seguro de que es él, que se ha venido a Madrid a pasar desapercibido. Lo imagino con su turbante, junto a Anthony Quinn en Lawrence de Arabia. A veces se sube a su banco, y comienza a hacer posturas, mientras canta. Y hay veces que sale corriendo tras los niños, los asusta, y recibe la pertinente reprimenda de los padres. Sí, es Omar Sharif, no me cabe ninguna duda. Esta semana que ha llovido tanto le vi durmiendo en el soportal de la esquina. Llevaba una manta blanca superpuesta. Era él. El doctor Yuri Zhivago, el Che, el señor Ibrahin. Y ahí está, con su inseparable lata de cerveza, rojo del calor del alcohol, recostado, sucio, hablando sólo.
Para cualquiera que pasa a su lado no deja de ser un mendigo más de los muchos que hay en Madrid. Pero yo, joder, juraría que es Omar Sharif.
Desde tan lejos... nunca pensé que razonaba como el resto de la gente. Desde tan lejos, nunca imaginé que pudiera acercarme tanto al presente.
domingo, noviembre 05, 2006
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