Desde tan lejos... nunca pensé que razonaba como el resto de la gente. Desde tan lejos, nunca imaginé que pudiera acercarme tanto al presente.

lunes, julio 17, 2006

Trópicos

A que no te acuerdas del día que naciste. Estabas, eso seguro. Tus padres se llevaron la mayor felicidad de sus días. Incluso te costaba apreciar los cambios que sufría tu cuerpo. Crecías y engordabas a pasos agigantados. Incluso reías las gracias que no comprendías. En el fondo, empatizabas con los seres que te cuidaban.

A que no te acuerdas del día que hablaste. Pues sólo aspiraste un ruidito, que apenas escucharon tus padres, volvieron felices cada segundo que seguía a tu ruidito. Y allí empezó todo. Comenzabas a transmitir mejor lo que querías, incluso podías conseguir enfadar, alegrar o cambiar el humor de quien te rodeaba a tu antojo.

Tus primeros recuerdos, son de caras, de gestos, de juguetes, de anécdotas. Seguro que son recuerdos sueltos, absurdos, sin aparente sentido. Seguro que sonríes al acordarte de ellos. Son buenos, eso sin duda.

La memoria es selectiva en nuestros primeros años. La primera vez que fuiste consciente de llorar, lo hiciste con todas tus ganas. Para ti se había cometido la mayor injusticia del mundo. Ya empezabas a vislumbrar que todo no era tan fácil como antes.

Después la memoria te conduce a tus aventuras, tus travesuras, tus hermanos, primos, tus primeros amigos. Entonces lo importante era sonreir. El colegio te abrió los ojos. El mundo se abría ante ti. Aprender, no era difícil. Hacer lo que mandaban los profesores, a lo mejor sí era difícil.

Crecías, y un montón de partículas de tu cuerpo llamadas hormonas, empezaron a cambiar tu cuerpo, tu peinado, y tu manera de vestir. Ya no había porque hacer lo que mandaran los padres, los profesores, los jefes, los señores de la tele. Todo era cuestionable. Decir a todo que no era un gran lujo. Todo se podía hacer de otra manera. El mundo estaba mal hecho, y tú, junto con un montón de hormonas, te creías capaz de cambiarlo.

Y llegó el día en el que además, creíste enamorarte. Y nuevamente cambió tu cuerpo, tu peinado, y tu manera de vestir.

Después las hormonas se fueron escapando en todo el alcohol que bebiste, en todas las películas que viste, en lo libros que leíste, en los besos que diste, en las excursiones que hiciste…

Y de repente, te dolían las muelas del juicio. O eso, o unas increíbles ganas de independizarse te hicieron aventurarte a vivir fuera del hogar. La razón ya ganaba alguna batalla a la inconsciencia, y pronto comenzaste a valorar otros alcoholes, otras películas, otros libros, otros besos y otras excursiones. Tu pelo agradeció el cambio, y tu bolsillo empezó a necesitar tener una cartera que no tuviera ningún adorno que no fuera unos cuantos billetes, para vivir.

Y llegó el día en el que además, supiste enamorarte. Y sorprendido, te viste repitiendo una frase antes escuchada muchas veces, pero que no llegaste comprender hasta entonces. Merece la pena, ya lo creo.




Y a partir de ahí, el tiempo se pasa volando. La frase –parece que fue ayer- se convierte en una muletilla a compartir con los amigos o la familia. Incluso la tristeza parece que te vence, cuando el dolor transforma la vida de alguien a quien queremos en recuerdos, sin opción a despedirnos.

Y todo es tan rápido que apenas nos da tiempo a vernos reflejados en la sonrisa de aquellos que comienzan el camino, patucos en pie, babero en pecho y ojos de travieso.

Los recuerdos son tantos que hemos tenido que inventar el vídeo y las cámaras digitales, para convencernos, de que sí, de que parece que fue ayer,

De que todo merece la pena,

Ya lo creo.

1 comentario:

jAVieR dijo...

Yo me acuerdo cuando naciste tÚ, soy un poco como gILA, llamaba a la puerta cuando mi madre estaba dando a luz.
Y reflexionando sobre este tema, peor que no recordar los primeros momentos de nuestra vida u otros importantes o no de después creo que es que el aLZHEIMER vaya formateando el disco duro silenciosamente y de una forma acelerada. Nunca quisiera que pusieran mi nombre a una enfermedad, pero menos a esta.