Bajo la calle, las acacias me dan sombra en el camino. El gitano con su cabra lanza sonidos de organillo en la esquina de mi casa. Qué orgullo, que elija ese lugar para representar su actuación. La duda me asalta, cuando me pregunto si todavía le reportará beneficios al gitano dicha actuación. La cabra, el organillo y la escalera ya las tiene amortizadas hace tiempo, pero es que no veo mucha gente que se anime a colaborar monetariamente con su espectáculo.
Avanzando unos metros más una señora mayor de origen sudamericano discute con unos revisores de aparcamiento. La multa es inevitable, hasta que veo venir a dos parientes suyos, con cara de malas pulgas y ocupando un espacio volumétrico mucho mayor que los revisores, vamos, que intimidan. Así que creo que la multa se quedará en el limbo de las multas. Difícil profesión la de los revisores, condenados a ir en pareja, como los guardas civiles.
Y un poco más arriba, un japonés me para a preguntarme si hablo inglés, a lo que respondo con acento marcadamente castizo, y castúo: “Yeh, a bit” Y me suelta una perorata de la que logro entender que busca alojamiento para dormir esa noche, que ha venido desde Japón a buscarse la vida tocando la guitarra española en el barrio de la Latina. “Yes, a place for me, and my guitar” Y yo mientras me alegro de que la globalización me brinde estas situaciones tan pintorescas, dignas de los tiempos en que Luis Miguel Dominguín hacía de las suyas con las actrices de hollywood. Yo emplazo al japonés y a su guitarra a buscarse amigos en el bar más cercano, que seguro que encuentra gente más globalizada mentalmente.
Desde tan lejos... nunca pensé que razonaba como el resto de la gente. Desde tan lejos, nunca imaginé que pudiera acercarme tanto al presente.
sábado, junio 03, 2006
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1 comentario:
Ladhu! qué lindo post, que cierro los ojos y veo todo. Argentina que soñó en Madrid, nieta de gente que nació en Navalonguilla y que encima ahora mira Vientos de agua!!! Un beso grande!
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