Desde tan lejos... nunca pensé que razonaba como el resto de la gente. Desde tan lejos, nunca imaginé que pudiera acercarme tanto al presente.

jueves, diciembre 21, 2006

El arte de amar. Argentina, norte. 1/3

No, todavía Fromm no lo sabía todo.

Había recorrido diez mil kilómetros. Sus pies acusaban las horas con las rodillas dobladas. Apenas unos minutos para estirar los pies e ir al baño en el avión. La conversación, la lectura, la vista, el oído, el olfato y el gusto son sentidos con períodos de caducidad, y en esas doce horas mantuvieron el tipo, ayudándome a desestimar los minutos, para juntarlos en una bolsa, mezclarlos y sacar horas que formaban un puzzle de doce horas.

Buenos Aires se mostró húmedo y frío. Fueron cinco días inundados de teatro, conciertos, cultura, vida. Como si cada calle de Madrid fuera la Gran vía. Como si la Gran Vía de Madrid, fuera lo que aparenta la primera vez que la ves. Y el Gran Rex. Y sólo el Gran Rex, me bastó. Fue suficiente para colmar mi ego de espectador, ansiado por la grandeza del espacio, la capacidad y la esencia de los años que se conservan dentro de dicho teatro. No me quiero ni imaginar lo que puede suponer para el ego de cualquier artista que pise su escenario…

Y los edificios. La decadencia transformada en décadas de descuido. Como cuando nos encontramos con espejos de época, nos miramos, los miramos, y sentimos cada año de antigüedad pesados a nuestra espalda, agotándonos, sopesándonos.

Y sentirte dueño de que cada pensamiento compartido va formando la sinergia perfecta. Agotados, alimentados por las proteínas de los panchos, escondidos tras el mapa de los interminables números de las calles bonaerenses. Esparcidos, tras la desidia transformada en la costumbre de la inutilidad de la política como salida a la miseria. Así, cada día, Buenos Aires despertaba. Debajo de una nube, y anunciando en cada teatro, el opio necesario para merecer el resto del día.

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