Desde tan lejos... nunca pensé que razonaba como el resto de la gente. Desde tan lejos, nunca imaginé que pudiera acercarme tanto al presente.

sábado, diciembre 16, 2006

SALTED LAND

Sus dedos se movían de una manera armoniosa. Uno a uno, levantaban, apretaban, rozaban, acariciaban, lentamente, despacio. Podría sentir sus escalofríos como propios, al contacto de la yema de los dedos con su piel. Podía describir cada pliegue desértico y minúsculo de su piel, los reconocía de memoria. De pronto sus dedos rozaban la sensibilidad tras la oreja, cuello, axila, brazo, codo, muñeca, dedo, y en un salto acrobático llegaban hasta el ombligo, dibujando círculos, cada vez más grandes. Hasta que el círculo se hizo tan grande que notó como todo el vello de su cuerpo apuntaba repentinamente al techo de la habitación. Se acercaba tímidamente, lentamente, pasivamente, a la aureola que coronaba sus pensamientos. Suavemente, dejó sentir como propia la resistencia de la debilidad del tejido, que se contraía y apuntaba, rosado, erguido, orgulloso, contraído al tacto de la yema que de pronto volaba en dirección de los labios, para rodearlos. Descendió por la comisura, paseó por sus mejillas, y de nuevo bajó hacia la parte lateral de cuello, para aterrizar sobre el hombro. Supervisó su clavícula, y volvió a comprobar, esta vez del otro lado, como la otra aureola sentía celos de su hermana y vibraba por dejarse rozar, acariciar en ese momento, por la mano, que diestra se dividía en dos para compartir espacios en todo aquel valle, y explorar el sur de la cadera, describiendo lateralmente siluetas que escribían de manera simulada su nombre, una y otra vez, en la cadera, en el muslo, detrás de la rodilla, en el gemelo y en la planta del pie. Su nombre, una y otra vez…

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