Desde tan lejos... nunca pensé que razonaba como el resto de la gente. Desde tan lejos, nunca imaginé que pudiera acercarme tanto al presente.

lunes, diciembre 04, 2006

Soho 1/2

La respiración sonaba entrecortada. El sudor recorría, cual rosario, su espalda, su frente, su axila. Dobló la esquina, no sin antes mirar si aún le seguían. Se paró a tomar un poco del aire viciado de la calle. Era de noche, hacía frío.

Había sido una tarde perfecta. Londres era una ciudad tan oscura, como diversa. Cuando vio los pseudo-taxis aparcados uno detrás del otro en el soho, se sintió un poco como Indiana Jones y el Templo Maldito. Podía haber visto esa película al menos diez veces. Las jóvenes londinenses no dudaban en enseñar su descuidada depilación, muslo arriba, a diez grados centígrados. Me limité a apretar los puños dentro de mis bolsillos, a la vez que mis mandíbulas, hacían lo mismo. Hacía frío, los pubs, exhalaban humo desde sus puertas, las mujeres pintaban en sus caras el peor de los ejemplos impresionistas, y la música me guiaba como aquel palo en forma de i griega. Hacia el agua. Hacia alguna taberna de música decente.

El soho no es lugar para dejar la imaginación al vuelo. Todo lo que presupones, lo observas, y con poquito que te esfuerces, lo posees. La puerta me reforzó en lo que creí escuchar desde la calle. “The killers” sonaban con fuerza. El comienzo prometía. El pelirrojo de la barra tuvo que esgrimir el ya conocido ademán de no entender, cuando le pedí mi ración de pinta. En inglés. En inglés del bueno. Mal idioma es el inglés para aspirar las eses. Pero yo me esforcé. Mi gramática era perfecta, mi ademán también, y mi ropa, y mi actitud me ayudaron. A la segunda. No está mal. Ya tenía mi pinta. Me había dibujado sobre la espuma un bonito trébol irlandés. Que bonito (en inglés), espeté. Y mi exclamación, sí que la entendió a la primera. Los camareros irlandeses, es lo que tienen, saben lo que se juegan cuando tienen otro católico delante. La conversación derivó en un hermanamiento España-Irlanda, un poco atípico. Cedí en la capacidad de los recipientes para el consumo alcohólico irlandés, pero me mantuve firme en nuestra capacidad de nunca pedir la “última” copa o cerveza. Los españoles somos grandes maratonianos de la juerga. Juerga barata.

El concierto prometía. Además me había peinado con el pelo para delante, y me había puesto una chaqueta y una sudadera con gorro para camuflar mi pelo de la dehesa. Se gafapasta, además ayuda mucho en Londres. El bajista era poderoso. La guitarra acompañaba fiel, y la melodía y la letra dejaban entrever una mezcla de alegría-rock y un poco de resquemor. Lo Londinenses llevan muy dentro los atentados del 7-J. De los cuatro grupos que escuchamos, al menos dos, dedicaron parte de sus letras a tan fatídico día. Después del concierto, unas cuantas pintas más, y más de dos horas sacudiendo la cabeza de arriba abajo(como mandan los cánones, y el ritmo de la música). Al salir no dejaba tatarear en la cabeza una versión de la canción de U2, “Sunday Bloody Sunday”, que tocaron los últimos poperos que escuchamos.

Después del concierto, una pinta más, comentario del concierto. El idioma ya no es una traba. No sentimos fluidos e integrados. Siguiente pub. Este es de los que empañan las gafas. Si es que ser gafapasta está bien, hasta que entras en un local lo suficientemente ambientado, como para que dejes de ver nítido al instante. De momento aparto la vista de un grupo de inglesas de buen ver, prietas, que intentan bailar, y vestir, como beyoncé. El resto de humanos llevan al menos en un cincuenta por ciento, la camisa por fuera, pantalones de cuadros y una corbata negra. Tomo nota. Aquí suena una vieja versión de los “The Who”. Ahora están de moda por la canción de entrada de CSI. Al momento me imagino la de capítulos que les saldrían, sólo al investigar la capacidad que tienen los pakistaníes para bailar como europeos, y la de los europeos para bailar como pakistaníes.

Mientras nos acurrucamos en un corro circular a lo castizo para bailar, me siento por primera vez en un país extranjero. Somos el único corro circular, y nuestros movimientos bien podían servir para bailar un baile regional, o el último de Robbie Williams. Pienso en el recurrente “aquí nadie me conoce” para iniciar mis investigaciones y calmar un poco mi curiosidad, que ha ganado en valentía con las pintas. El pub consta de tres apartados. En el más grande la gente baila y bebe. En el más pequeño y alicatado, la gente orina y vomita, y en el más oscuro, la gente fuma y aspira…

(to be continued…)

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