Tengo un compañero de trabajo que en los momentos más filosóficos de nuestro día a día, añora su parcela de cultivo y el run-run que hacen las perdices macho dentro de su finca, allá por los campos de la mancha. Ese clímax que alcanza al oírlas le relaja y le produce una paz infinita. Cuando me lo cuenta, yo le escucho con paciencia, imaginándole mirando al horizonte de los campos de la tierra de Cervantes, en puro silencio, sólo roto por el canto de aquella, inconfundible, y gloriosa, perdiz macho.
Y yo me pregunto que hago yo en ese momento, preocupándome por cosas tan absurdas, agobiado por problemas que realmente no merecen la pena, perdiendo de vista lo que realmente es importante... si estamos tan cerca de la felicidad absoltuta... La humanidad lleva buscando durante años la fórmula de la felicidad, con tanta tecnología, tanta política, tantos papeles, tantas leyes... y yo que tengo un compañero de trabajo que ha dado en el clavo. ¡Sí señor! ¡los cantos de las perdices macho! , como diría Win Wenders.. tan lejos, tan cerca...
Y para colmo, me entero de que el orejas se nos casa por segunda vez! Está claro, vaya notición para los feo/as del mundo, si el orejas se puede casar dos veces, ahora cualquiera puede hacerlo...
Escuchando... La habitación roja - Nuevos tiempos
Desde tan lejos... nunca pensé que razonaba como el resto de la gente. Desde tan lejos, nunca imaginé que pudiera acercarme tanto al presente.
viernes, febrero 11, 2005
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