Desde tan lejos... nunca pensé que razonaba como el resto de la gente. Desde tan lejos, nunca imaginé que pudiera acercarme tanto al presente.

jueves, abril 20, 2006

Todo es teatro, todos somos actores.

Todo es un teatro. Todos son actores. No puedo evitar pensarlo. El papel es fácil, hacer de uno mismo es tan fácil...

No era lógico pensar de esa manera, pero a menudo tenía esa sensación.

El ciclo había cambiado. Todo había dado la vuelta. De repente, y por primera vez en tres años, llegaban tiempos que dan miedo. Se le avecinan decisiones trascendentales. Los hechos cada vez tienen menos lados a los que girar para darles la vuelta. Cuesta enfrentarse a lo que la constancia le ofrecía, mientras revoloteaban cada vez más pensamientos de vidas y motivos cada vez más diferentes. Y esto a una determinada edad, pesa. Tenía miedo de no escoger bien, de no saber, de no poder elegir, de defraudar, de equivocar.

Mientras se apretaba las gafas, trataba de responderse a sí mismo...

Lo único que debes hacer es afrontar en positivo las decisiones. No mirar atrás, no dejar que los motivos no reflejados encaminen los pasos a la desazón. Doler, tiene que doler, porque el riesgo, duele, pero recompensa. Cambian las estaciones, se repiten los días, los aniversarios, los viajes, las personas, las fiestas, las penas. Se repiten las horas, mientras todo cambio es tan sutil, que la inercia de todo lo que pasa te puede llevar a donde no quieres que te lleve, si no sabes reaccionar a tiempo.

Pero de nuevo las dudas surgían...

Y cómo acertar, si todo está bien, si todo parece bonito, si es tan complicado contentar a todo el mundo.

Y mientras las formas no acababan de convencerle, se respondía:

No se trata de contentar a todo el mundo, sino hacer feliz a los que con su felicidad llenan tu espacio. Y a veces para hacer feliz es necesario hacer el daño suficiente como para que reaccionen los corazones. Tenerlo todo es imposible. El mundo gira, se repite y los días pasan sin que nuestra relevancia signifique nada para el funcionamiento del sistema. Somos lo que pensamos, lo que vivimos, lo que sentimos. Somos los demás en nosotros. Son las experiencias, no las pertenencias.


Y de nuevo volvía a preguntarse porqué se sentía tan mal. Decorar macetas no era suficiente. Mezclar el rojo con el amarillo. No, mejor el azul y el amarillo. No, no puedo borrarlo. Otra maceta, otra planta. No pienses, no busques. El pincel sale de la pintura para expresar cerda a cerda, bajo el nervio del dedo, impulsado por la muñeca, sostenida por el brazo, pegada al hombro, sobre el que la cabeza transformaba pensamientos en colores, esbozos de quereres, estados y sinsabores.

El copa de vino asoma bajo el flexo, cubriendo de sombra rojiza la foto de la que salen cada uno de tus pensamientos, mientras vuelves a mojar el pincel, y te preguntas. Cuándo, cómo y donde. No es cierto, no es verdad. Pero el fin de un ciclo llega, menos mal que empezar de cero es tan fácil para los actores. Sólo hace falta hacer de uno mismo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

... y pensar un poco menos en todo y todos los que nos rodean.
Saluditos